(Cuento)
Dios, cuando creó la Tierra,
al Hombre lo nombró Rey,
y le dio un Cielo de Estrellas,
y regalos por doquier.
Y él dentro de todas ellas,
decidió sólo escoger
a dos, como las más bellas:
a la rosa y la Mujer.
Al contemplar la belleza
de la Mujer, extasiado,
quiso hacerla su Princesa,
pues de ella quedó prendado.
Le dijo: “Princesa Hermosa,
mi amor te vengo a ofrecer…”
Prendió en su pecho la rosa,
y en su cabello un clavel.
La obsequió con sus delicias,
sus promesas y requiebros,
y la mimó con caricias,
con abrazos y con besos.
Le juró su amor eterno,
y serle un amante fiel,
y ella, con un beso tierno,
correspondió su querer.
Con delirio se abrazaron,
con locura y frenesí,
y por siempre, se juraron:
“sólo seré para ti”.
El hombre la nombró Reina,
y en su trono la sentó,
y su frente, con diadema
de guirnaldas coronó.
Dios, con mucho regocijo,
impartió su bendición,
completando, con los hijos,
aquella amorosa unión.
Desechando el egoísmo,
alejaron la discordia;
con comprensión y cariño,
procuraron la concordia.
Y así, dichosa y sencilla,
con mucha felicidad,
se inició aquella familia,
que formó la Humanidad.
Con apego y simpatía,
honremos siempre el legado
de la unión y la armonía,
en este cuento narrado.
Autor: Prof. Domingo Ruiz Guzmán.
Etimólogo y Poeta.
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