Autor: Domingo Ruiz Guzmán.
Etimólogo y poeta.
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Hay en la Naturaleza,
dos insectos admirables,
organizados, sociables
y de brillante agudeza.
Produce mucha extrañeza
su impar laboriosidad,
mostrando capacidad
de obrar con tal maestría,
que el humano no podría
igualar su habilidad
Exhiben gran previsión,
cuando surten su despensa,
pues si la escasez comienza,
ya tienen la solución.
Con su comunicación,
de códigos misteriosos,
se informan muy ingeniosos,
cuando encuentran alimento,
y a transportarlo, al momento,
en fila van presurosos.
Tienen gran coincidencia,
que por lo expuesto observamos,
pero si profundizamos,
notaremos diferencia:
La abeja, con persistencia,
volando de flor en flor,
del néctar liba el dulzor,
para en sus celdas guardar,
y con celo elaborar
de sus mieles el sabor.
Ayuda a polinizar
el jardín y la floresta,
y siempre estará dispuesta
el huerto a fertilizar,
con alas para volar
hasta la fuente alejada
desde la altura avistada.
Nunca pica por instinto;
su motivo es muy distinto:
porque ha sido molestada.
La Termita simboliza
el voraz depredador:
con su afán devorador,
la flora torna enfermiza.
A todo cuanto divisa,
ataca sin compasión,
del instinto por razón,
y sin alas para el vuelo,
anda siempre por el suelo,
repartiendo destrucción.
Si analizamos, tenemos,
que entre los seres humanos,
aunque también son hermanos,
disparidad hallaremos,
pues en algunos veremos
que están llenos de bondad,
para dar felicidad,
y otros de hiel abundante,
que ofenden al semejante
Autor: Prof. Domingo Ruiz Guzmán.
Investigador, Etimólogo y Poeta.
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