Acróbata en el circo, su pirueta,
un simio presumido repetía,
y para sus adentros se decía:
-«¡Qué grande es mi saber…!» –
Simpático, al ganar su preferencia,
el patrón lo escogió como mascota,
y los colegas pronto toman nota
del apoyo y poder.
Prodigándole vítores y encomios,
por cualquier morisqueta le aplaudían,
y al unísono, -«Nuestro», le pedían,
«director debes ser»-.
Pretencioso y ufano, la «actuación»
a que creyó aludían, ignorante,
el burro, el loro, perro y elefante,
se dispuso a ofrecer.
Y en su debut, blandiendo la batuta,
al oir el tremendo «desconcierto» ,
que: «mono no dirige con acierto»,
llegó triste a entender.
Así elevan a veces al humano,
inmerecida fama e influencia,
en vez de honrado esfuerzo e inteligencia,
de la escena hasta el fin…
y descubre en la orquesta, sorprendido,
al ensayar uno y otro instrumento,
que: «maraca no exige del talento
que requiere violín».
Autor: Prof. Domingo Ruiz Guzmán.
Investigador, Etimólogo y Poeta.
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